Muchas limitaciones tiene la escritura, desde los temas, -buenos para unos o incómodos para otros, al tiempo y las múltiples obligaciones en las que se mete uno, luego vienen los espacios, y el número de caracteres a los que se sujeta un espacio que no siempre corresponde a lo que uno estima que se dará por publicado. 

Pues he vuelto, quizá mucho más visión que antes y con dirían aquellos viejos maestros periodistas que lo más excitante de un hecho, quizá haya sido re-crearlo con todos sus detalles y emociones, receta que señaló alguna vez el propio Gabriel García Márquez: “Ya que no soy un gran intelectual, encuentro mis antecedentes en cosas de la vida diaria, en la vida, y no en las obras maestras”, frase que hace la diferencia entre quien escribe bajo una base estética bien documentada, de quien lo hace desde el ámbito de su experiencia periodística cotidiana.

 Escribir requiere, temas, ideas, tiempos, pero sobre todo cultura y de ser posible de mucha vida, considerando que Oscar Wilde (que desempeño la dramaturgia, la literatura y el periodismo) dijo alguna ves “La diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída.” 

En fin este año que llega su fin, por un efecto extraño del destino he vuelto al viejo el ejercicio del periodismo, que había subyugado a mis quehaceres de entonces servidor público, y analista publicitario labores que compartí con el ejercicio de la docencia universitaria.

Esta primera columna, es cierto modo una prueba de soportes electrónicos, con los que me quiere familiarizar y por otra parte una forma compartir algunas ideas que se quedan los salones de clase, las redacciones o en las consultorías de comunicación donde ser periodista sí que es una ventaja impresionante.

No renuncien nunca a sus proyectos, y sean lo más felices que puedan que la realización y la plenitud se dan por momentos, al igual que las grandes historias del periodismo.